Confesiones de un pequeño filósofo: ¿Dónde están los grandes artistas cuándo más les necesitamos?. Azorín, y con él toda una Generación de autores lograron, a través de la literatura poner en pie una España hundida. ¿Queda en esta grave crisis algún lugar para la cultura?
1898. El hundimiento del Maine. España pierde los últimos restos de un Imperio en el que nunca se ponía el sol. Pero no todo es derrota ni el negro es infinito. A la sombra de una crisis que a priori parece invencible, nace un grupo de ensayistas, poetas y escritores que a través del arte y la reflexión intentan reconducir a toda una nación por las sendas de un futuro mejor. Un grupo de hombres que, tras la Restauración de Cánovas del Castillo, vieron sus esperanzas personificadas en la proclamación de la Segunda República, una hija a la que escucharon morir entre los disparos de la Guerra Civil.
Estos autores, que nacieron a partir del denominado Grupo de los Tres (Azorín, Baroja y Maeztu) comienzan a desarrollar un estilo crítico y regeneracionista con la concepción tradicional de lo viejo y lo nuevo: no romper con el pasado, sino corregirlo. Para ello emplean un pilar fundamental: La Institución Libre de Enseñanza de Giner de Los Ríos. Su tarea constituye un repudio indirecto a la enseñanza oficial, ineficaz e insuficiente y sujeta a intereses políticos y religiosos. Esto me suena. Nacida en 1876 de la mano de un grupo de catedráticos que buscaban separase de la Universidad Central de Madrid, defendió la libertad de cátedra, así como se negó a ajustar sus enseñanzas a cualquier dogma oficial.
La Generación del 98, un claro ejemplo de como la cultura, el arte, la educación y los medios de comunicación unidos (publicaban la mayor parte de sus artículos en la Revista de Occidente) pueden hacer grandes cosas y llevar a un país, hundido en la miseria y muy por detrás del resto de Europa, hacia un escenario de esplendor: la Segunda República.
Uno de estos revolucionarios fue sin duda José Martínez Ruíz, personaje que ha quedado completamente oscurecido tras la sombra de Azorín, el escritor eclipsado capaz de lograr la más absoluta belleza a partir de palabras claras y concisas. El precursor del estilo periodístico. Unión de mente y literatura. Nacido en una familia acomodada, podemos distinguir a lo largo de su vida una evolución política algo peculiar, lo que condicionó también su forma de escribir y su concepción del mundo: de anarquista a caballero conservador pasando por escéptico. Pero siempre fiel a la cultura y la educación como motor de progreso. “Somos lo que leemos”, solía decir.
Azorín, el escritor. José el pensador: “Lector, yo soy un pequeño filósofo; yo tengo una cajita de plata de fino y olorosos polvo de tabaco. Quiero evocar mi vida”. Así es como este gran autor comienza a impartir una gran lección. Porque al fin y al cabo eso es lo que mejor define aConfesiones de un pequeño filósofo y al mismo Azorín:una gran lección. De moral y esencia, de belleza a través de la palabra.
A modo de biografía, Azorín construye a lo largo de 14 capítulos, que corresponden a distintos momentos de su vida, una forma de concebir el mundo. A través de hechos muy concretos, a veces en forma de frases, “Yo no sé lo que tiene este chico” o “Es ya tarde”, consigue abordar temas universales, así como describir la España más castiza que pedía a gritos una modernización.
Un autor capaz de hacer de lo más sencillo lo más hermoso, de lo más simple lo más profundo. De una ventana aislada en una colina cualquiera de un monte cualquiera, evocar la propia razón de la existencia, Un ejemplo a seguir para cualquier periodista que se precie. Obsesionado con el paso del tiempo, es a la vez culto y coloquial, filósofo y amigo. Reproducir la melancolía que le causa el momento de incertidumbre en el que vive con un lenguaje apto para todos. Esa es su principal misión.
Pero ¿Dónde quedan ahora esos Azorines? ¿Esos mesías de la cultura dispuestos a sacar a un país de las sombras tenebrosas?¿Dónde está la Generación de la crisis económica más dura del siglo XXI? ¿Y qué tiene el arte que da tanto miedo?
Porque Azorín, y con él toda una Generación de intelectuales y artistas vieron caer a un país, fundieron todas sus fuerzas y conocimientos para hacer muchos de sus sueños y propuestas realidad, lo lograron, y al final de sus vidas la Guerra Civil arrasó con todo. Pero lo consiguieron, con la educación como principal argumento y sus obras como gran herramienta, lo consiguieron.
¿Y ahora qué? No siempre cualquier tiempo pasado fue mejor. De pozos mucho más profundos hemos logrado flotar. Pero si nos arrebatan las herramientas que una vez usamos difícilmente podremos avanzar.
Necesitamos pequeños y grandes filósofos. Necesitamos ideas y ganas de poner a un país de pie. Necesitamos libros. Necesitamos cuadros. Necesitamos Azorines. Necesitamos que una Generación Perdida nos haga ver la luz.
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