"Velázquez dedicó buena parte de sus esfuerzos a satisfacer la demanda de retratos de la familia real a los que daría un uso tanto afectivo como diplomático, ya que de la prole de Felipe IV dependía buena parte de la política de alianzas europeas"
Así comienza una pequeña aventura por los retratos que el sevillano Diego de Velázquez hizo a la Familia Real hacia el año 1600. Sí. 1600. Calculen. Más de 400 años que han dado para todo y para nada.
No hay más que adentrarse en el Museo del Prado u observar Las meninas para percatarse de que pocas cosas han cambiado. Ayer, el pintor de cámara plasmaba al poder en un mundo en el que la radio, la fotografía o la televisión eran inimaginables y el pueblo solo conocía - esto es, ponía rostro- a sus monarcas a través de la pintura. Hoy, los medios de comunicación reflejan al poder, perdón, al gobierno democrático -creo que así le llamaban- en un mundo en el que la radio, la fotografía o la televisión son nuestro pan de cada día. La historia nos muestra que los ciudadanos solo conocen, (esto es , saber una milésima parte de lo que hace), al gobierno a través del "periodismo", ya sea este impreso o base de pincel. Pintores y comunicadores. Ambos escogen una realidad y la representan al margen de la objetividad, con la intención de que veamos solo aquello que ellos -quienes ponen la pasta- quieren que veamos. Los medios siempre al servicio del poder, desde tiempos en los que la opinión pública era poco menos que un abismo.
Pero no se asusten, aún queda algo que podemos hacer. A lo largo de las 30 obras traídas de todas partes del mundo descubrimos que, pese a ser un pintor de cámara que reflejaba lo que quienes le pagaban pedían y con fines en absoluto artísticos -políticos o diplomáticos -Velázquez siempre añadía a cada cuadro un toque personal. Fue un visionario, sujeto a las reglas pero capaz de atisbar el impresionismo. Lo acabado sin acabar. Guardaba en la manga una chistera que le hacía especial. No cabe duda: la pintura, al igual que esto que llaman periodismo, ha sido y será un instrumento de manipulación más. Pero ¿qué esperamos si la palabra "negocio" reina cada renglón?
Aún así, al final del recorrido, Las meninas nos muestran que no todo está perdido. Podemos ser el Velázquez periodista. Dentro de un sistema preestablecido y ,que a juzgar por lo visto a día de hoy es la propia supervivencia la que nos lo impone, tendremos siempre la oportunidad de ser Velázquez, de crear una pincelada o, en nuestro caso, una palabra que nos diferencie del resto. Que nos haga PERIODISTAS, más allá de lo que nos griten las voces de arriba, aquellas que de paso nos ponen el plato en la mesa. Porque al fin y al cabo conocemos a su Infanta Margarita, esa que él coloreaba.
Mientras exista la belleza - y solo hay que ir al Prado para reconfirmar que existe- no hay porqué tener miedo.
La Infanta Margarita
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