Los domingos

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miércoles, 11 de diciembre de 2013

Más de un 80% de los españoles suelen escuchar música

Pese a la crisis en la que está sumida la industria musical – según el Libro Blanco de la Música en España 2013 que se publicaba el pasado Noviembre la venta de música grabada bajó un 71% en la última década- los españoles reconocen  que escuchar música es el hábito cultural más frecuente.

Además, según el Anuario de Estadísticas Culturales 2013, pese a la crisis, la asistencia a conciertos de música actual ha aumentado en los últimos años hasta alcanzar el 26%.  Y otro dato optimista para la industria sonora de nuestro país: de este porcentaje, cerca de un 50% corresponde a conciertos de pop-rock español. Se explicaría así, según estos datos, el impacto económico de esta industria en España: supera los 4.000 millones de euros de manera indirecta.  (Mientras, el impacto directo apenas supera los 900 millones de euros).

Sin duda, Internet y plataformas como Spotify o Itunes han cambiado la forma de escuchar y concebir el concepto de música: “La gente joven no concibe la música como un en compacto, decía Antonio Guisosola, Presindente de Promusicae, la Asociación de Discográficas Españolas.  Ahora este género cultural, no es algo que nos acompaña de manera puntual gracias a la puesta en marcha de un tocadiscos: la llevamos con nosotros a todas partes, igual nos acompañan los latidos del corazón. Ahora lo puntual, la excepción, es un concierto en directo: entonces sí nos gastaremos el dinero. Una catástrofe para la economía, sí. Pero ¿solo para la economía?

Hoy por hoy la música está en todas partes y casi todo el mundo puede crearla. Temas de dudosa reputación– Opá yo voy a hacer un corral- se convierten en el número uno de los 40 Principales. La masificación amenaza con destruir la calidad. Internet se convierte así en la cara y la cruz para el progreso de este género: habrá muchos más cantantes, dado que no dependerán tanto de productores para ser escuchados,  que podrán alzar la voz; pero a la vez cualquier producto es válido.

Se extiende la certeza de que nunca más habrá canciones como las que una vez ofrecieron al mundo Chuck Berry, los Rolling, los Beatles o Bob Dylan entre otros muchos. Pero pensándolo bien: ¿Es Internet el responsable o es la música que escuchamos un reflejo de la decadencia de nuestra sociedad?



Cuadro resumen del Anuario de Estadísticas Culturales 2013: Hábitos y prácticas culturales




miércoles, 4 de diciembre de 2013

Adiós al Nobel que vivió un cuento hecho realidad

"Las notas de Gustave Mahler acompañaron sus últimos latidos". Así comunicó Patricia, su esposa, la muerte del Nobel de Literatura Mario, Vargas Llosa. La cultura, y en especial el mundo de las letras, están de luto. La pluma de uno de los más importantes literatos de la lengua hispana de los últimos siglos ha dejado de escribir. El corazón del peruano, que hace poco más de tres años ganó el Nobel y hace poco menos de un mes publicaba su último artículo en El País, ha dejado de latir a los 76 años de edad. 



El novelista y periodista se marcha con más de una treintena de obras a sus espaldas, entre las que destacan nombres como "La ciudad y los perros", "Los cachorros" o "Lituma en los Andes",  cuatro hijos, seis nietos, y una viuda a la que debe todo y que hasta cuando le reñía le hacía el mejor de los elogios: "Mario, para lo único que sirves es para escribir". Comprometido con la causa de su tiempo, Vargas Llosa vio siempre la literatura como un compromiso fiel con la sociedad: "Leer es protestar contra las insuficiencias de la vida, por eso todos los regímenes dictatoriales se empeñan en acabar con la cultura", decía en el discurso que pronunció durante la recogida del Nobel. 


Aprendió a leer a los 5 años, y poco después, según le contó su madre, empezó a escribir para enmendar los finales tristes de los cuentos que leía. Nacido en Arequipa, una ciudad al sur de Perú en la que fue "el hijo sin papá" en 1936, pronto marchó a Cochabamba. Allí conoció a quien hasta ese momento había dado por muerto: su padre. Y allí,precisamente, floreció su amor por la literatura: fue la autoridad impuesta por la figura paternal la que puso punto y final al capítulo de su infancia, le hizo ansiar otra vida y buscar un refugio, un refugio que encontró en la lectura. Así, con una historia propia de la ficción, comenzó su realidad.

Ya desde muy joven, con solo 16 años,  lanzó su carrera como periodista, oficio que junto con la literatura le ha llevado a conocer y vivir más. Marxista en su juventud, fue la decepción con estos sistemas y el paso del tiempo, lo que le llevó a convertirse en un demócrata liberal, amante de la cultura democrática y las sociedades abiertas. Quizás, esa decepción vino alimentada por su pronta llegada a Europa. Desde muy joven vivió en París, ciudad en la que conoció a Balzac y Camus. También,  Berlín, Washington, Barcelona o Madrid fueron otros destinos que le llevaron a considerarse un ciudadano del mundo pero con las raíces firmes sembradas en su Perú y el tronco visible en España, lugar que le concedió la segunda nacionalidad. De ella guardaba con especial cariño el recuerdo de la Transición, a la que otorgó dotes propios del realismo mágico y de la que esperaba que los fanatismos y nacionalismos, a los que siempre detestó, no acaben con ella.

El autor para el que escribir era una manera de vivir y ganador de otros premios como El Cervantes, el Planeta o el Rómulo Gallegos, se ha ido. Se ha ido pero dejando a su paso el halo de luz que desprenden aquellos a quienes se les concede el don de la inmortalidad. Sus novelas se quedarán petrificadas en el presente. Para siempre jamás.